Artículo enviado por cayetano a través de El País digital.
Acceder a la edición digial de El País.Acceder a este artículo on-line.EducaciónLas buenas escuelas no se inventan en el escritorio de un ministerio
El sistema burocrático y regulatorio ocupa los espacios vacíos hasta quitar a los centros educativos toda su capacidad de respuesta
Es muy difícil que puedan aparecer formas de conocimiento productivo en un centro educativo donde la forma en cómo se trabaja no puede discutirse y donde los maestros están concentrados en qué quieren los jefes -directores o jerarcas ministeriales- y determinan qué necesitan los alumnos y sus padres, afirmó el economista argentino Ernesto Gore, director del Departamento Académico de Administración y el Centro de Educación Empresaria de la Universidad de San Andrés en Buenos Aires. Con motivo de su reciente visita a Montevideo invitado como expositor al coloquio "Gestión del conocimiento, factor clave para la competitividad", organizada por la Universidad Católica del Uruguay, el Dr. Gore dialogó con ECONOMIA & MERCADO sobre la complejidad y necesidades del sistema educativo en los países de la región. A continuación se publica un resumen de la entrevista.
-¿Cuál es el papel de las escuelas en la construcción de una sociedad civil?
-Ese tema está directamente relacionado con el poder porque el conocimiento que imparten las escuelas da poder a la gente. La calidad del conocimiento va a dar la medida del poder que tenga la población. Cuando determinados sectores no tienen acceso a la educación, tampoco están teniendo acceso a tomar ciertas decisiones, ni a enjuiciar la tarea de los gobernantes, ni a pretender cierto tipo de empleo, ni al ejercicio total de sus derechos. La educación es la pieza fundamental en la construcción de una sociedad económica y políticamente autónoma de sus gobernantes. Por eso es la base de un sistema democrático. Cuando Sarmiento decía "educar al soberano", sabía exactamente de qué estaba hablando. Eso es así tanto en lo político como en lo económico.
-¿Cómo se aplica ese pensamiento a nuestra realidad económica?
-Hoy la educación es un factor de la producción y no es posible pensar un país competitivo sin un sistema educativo adecuado, ni en la posibilidad de una población con altos índices de empleo sin una buena educación. En un mundo global, para bien o para mal, una buena educación es una educación con estándares internacionales. Es importante decir explícitamente que esos estándares no son solamente los necesarios para los puestos de trabajo existentes. Son los que se requieren para formar al ciudadano de una democracia moderna, que es el único tipo conocido de sociedad capaz de lograr las instituciones que requiere una economía sólida. De lo que se trata entonces no es de formar gente para "ocupar" los puestos de trabajo; se trata de devolver el poder, en forma de conocimientos para la acción, a una sociedad civil para que, a su vez, sea capaz de generarlos.
-¿Cómo evalúa el actual nivel de calidad de la educación en los países del Cono Sur en comparación con los estándares internacionales?
-Tenemos la suerte de tener un buen legado en materia de educación, aunque también puede decirse que lo estamos consumiendo. Es sintomático que, por ejemplo, en la Argentina se haya desmantelado un sistema de evaluación educativa que consistía en una serie de pruebas de comprensión de lectura, matemáticas, ciencias, etc. y que, más allá de las objeciones que se le puedan hacer, permitía realizar algunas comparaciones mínimas a nivel internacional. Uno puede tener una profunda sospecha de que la calidad de la educación genéricamente no es demasiado buena; pero las investigaciones del sociólogo y economista Juan Llach demuestran fehacientemente que los sectores pobres tienen muchas menos posibilidades de acceso a una educación de calidad, no sólo en lo que respecta a escuelas privadas sino también en el sistema público. Es decir que las buenas escuelas públicas también están captadas por segmentos de ingresos más altos. Programa y currículo
-¿Cuál es el mayor problema de la educación en los países de la región?
-Hay sistemas educativos que son notoriamente mejores que otros. Esos son los que brindan saberes productivos. No me refiero a práctica versus teoría. Si la teoría es una repetición de palabras sin sentido o si la práctica es simplemente la repetición de rutinas acríticas, entonces no es interesante ni una ni la otra. Lo que es enriquecedor es el conocimiento, tanto teórico como práctico, que permite adquirir nuevas capacidades que antes no existían. Una mente que sea capaz de hacerse preguntas inteligentes, resolver problemas prácticos, desarrollar atributos artísticos, etc. está llena de posibilidades de acceder a niveles superiores de conocimiento. En general, la educación tiene un riesgo muy grande de terminar construyendo un conocimiento inerte, frágil y repetitivo. Ese no es un problema de los programas educativos, que es el instrumento al que recurren las autoridades oficiales cuando tratan este tema, sino que es un problema más profundo del currículo escolar.
-¿Cuál es la diferencia entre programa y currículo escolar?
-El programa es explícito. Es lo que el ministerio encargado de la educación establece expresamente y el docente trata de cumplir. El currículo es tácito. Es la experiencia educativa real. Tiene mucho que ver no sólo con las relaciones entre los jóvenes y los adultos dentro de la escuela, sino también con las relaciones entre los adultos dentro de la escuela. Es muy difícil que puedan aparecer formas de conocimiento productivo en un centro educativo donde la forma en cómo se trabaja no puede discutirse y donde los maestros están concentrados en qué quieren los jefes -directores o jerarcas ministeriales- y determinan qué necesitan los alumnos y sus padres.
En otras palabras, la escuela como institución enseña más allá de lo que sus maestros dicen. Si los maestros mismos están acostumbrados a obedecer a sus jefes más que a las comunidades a las que deben servir, a escindir sus sentimientos de lo que hacen, a moverse dentro de esquemas de relación prefijados e indiscutibles, será difícil que puedan concebir nuevas formas de trabajo, diferentes formas de relación, aunque tengan las puertas abiertas para hacerlo. Propuesta
-¿Cuál sería entonces el tipo de escuela que Ud. propone?
-Propongo una escuela capaz de discutir sus problemas y constituir una comunidad de práctica capaz de generar iniciativas. No solamente podría enseñar mejor a sus alumnos los contenidos disciplinares incluidos en los programas, sino que configuraría un currículo donde imaginar reglas de juego para la acción colectiva, la evaluación autónoma de la experiencia y el respeto de los diferentes actores sociales -factores centrales para la constitución de una sociedad civil autónoma y plural- sean parte de la formación que la institución facilita. En cualquier caso, la escuela como organización no es neutra al aprendizaje que en su marco pueda darse y del papel que en ella desarrollen los órganos de gobierno, las organizaciones civiles, los padres y los maestros.
-La educación pública fue un factor esencial para la integración social en Argentina y Uruguay. ¿Considera que el actual sistema educativo público continúa atenuando las desigualdades sociales?
-La educación continúa atenuando la inequidad por el sólo hecho de existir, pero lo hace en una medida muy escasa porque la desigualdad social -y no sólo desde el punto de vista del ingreso- sigue creciendo. Los fenómenos de exclusión tienden a formar subculturas que resultan asombrosas, por lo menos en la Argentina. Tradicionalmente, las "villas miserias" eran el hotel de inmigrantes del Interior. Ese lugar de paso se ha convertido en un asentamiento permanente, donde ya hay cuatro generaciones que han nacido y se han criado en ese ambiente. Las subculturas que se dan en las "villas miserias" no tienen nada que ver con las culturas que existen fuera de sus perímetros. Ese es un fenómeno relativamente nuevo e históricamente gravísimo, en el cual la escuela debería desempeñar un rol fundamental en materia de integración social. Lamentablemente, hoy no lo está jugando debido a su escasez de recursos en relación a la gravedad del problema que es dramática, sobre todo si recordamos los estudios del profesor Llach. Formación
-¿Están los objetivos del sistema de educación alineados con las necesidades reales de las sociedades de nuestros países?
-Probablemente los objetivos en sí mismos apunten a esas necesidades, pero suele existir una enorme brecha entre esos propósitos y la realidad. Los objetivos de un sistema de educación primaria no son tan complejos. Se pretende lograr una población que pueda manejar números y letras, hacer representaciones gráficas de problemas complejos, generar y recuperar información, y conectarse para trabajar en conjunto. Este es un nivel de capacidades muy básicas que aporta la escuela primaria, por un lado, a través de los programas y, por otro, mediante la convivencia.
De la escuela secundaria, se debería esperar un poco más. En sus metas se advierte un componente totalmente perteneciente al pensamiento de Occidente que es el manejo del conocimiento disciplinar. Por ejemplo, una cosa es aprender sobre las plantas o sobre los animales y otra diferente es aprender botánica o zoología. Este último es un conocimiento más sistemático, más organizado. En la medida en que la calidad del sistema se desliza hacia abajo, la educación secundaria se está quedando con los objetivos más básicos que son los de proporcionar un conocimiento de nivel más intuitivo. Si se mira al sistema educativo con perspectiva, lo que se observa al menos en Argentina -pero, con seguridad, no sólo en este país- es un sistema que, aun cuando funciona bien, está más orientado a la formación de consumidores que de productores.
-¿Qué grado de formación intelectual, además de una información básica, deben tener los egresados de bachillerato dado que, en su mayoría, no continúan sus estudios?
-Un egresado ideal de la educación secundaria debería ser una persona que no solamente pudiera ser capaz de manejar todos esos elementos ya mencionados, que hacen el poder de una persona en una sociedad moderna, sino que, además, debería tener acceso a la sistematización de esos conocimientos y tener un pensamiento crítico sobre ellos. Cuando se hace este tipo de análisis, uno termina hablando de todo lo material y creo que una persona también tiene derecho a relacionarse con lo espiritual o sea con el arte, por ejemplo. Es decir imaginar cosas que no ocurrieron, pero podrían ocurrir. Eso es parte del patrimonio de una persona y de una cultura.
Un buen sistema educativo debería ayudar a formar gente con cierta convicción de que la búsqueda sistemática, la investigación, puede ayudar a hacer mejor una sociedad, es decir la convicción de que la ciencia, la tecnología y la investigación tienen que ver con el desarrollo de un país. En América Latina se cree que esos son lujos para pagar cuando se hayan resuelto los problemas económicos, lo que equivale a afirmar que los problemas económicos se resuelven con la ignorancia. Organización
-En Hispanoamérica existe un fuerte centralismo estatal en la conducción de la educación, que es prácticamente la antítesis del sistema educativo anglosajón. ¿A qué obedece ese contraste?
-En el caso de Argentina, el sistema educativo está absolutamente descentralizado del gobierno nacional y, por lo tanto, el Ministerio de Educación es un ministerio sin escuelas. El manejo de la educación fue transferido a la órbita de los gobiernos provinciales por decisión de dos ministros de economía a efectos de eliminar los costos de la educación del presupuesto nacional y no para reformar el sistema educativo. Esa medida no ha impedido que la organización escolar siga estando tan centralizada en las provincias como lo estaba antes bajo el gobierno de la Nación. Ahí hay una diferencia de base bastante importante con respecto a los actores sociales. Por eso, nuestra organización educativa difiere de la de Estados Unidos o Canadá, que originalmente fueron países de farmers, con una clase media rural fuerte, asentada en granjas, portadora de valores magníficos o abyectos, pero propios. El montaje de un sistema educativo con consejos escolares, participativo, etc. produjo maravillas como el que creó Horace Mann en Massachusetts o barbaridades indignas como la escuela racista y excluyente de Georgia.
-¿Por qué no se plasmó en Argentina el sistema educativo descentralizado que Domingo Faustino Sarmiento había concebido luego de haber estado en contacto con los fundadores del sistema de Massachusetts?
-Sarmiento trajo 65 maestras estadounidenses para implantar nuevos criterios en materia de enseñanza en Argentina. También pensó en los consejos de educación y por eso fundó la ciudad de Chivilcoy en la provincia de Buenos Aires en base al reparto de tierras, tal como se hacía en el oeste norteamericano para crear un país de farmers. El secreto mejor guardado de Argentina, tanto por los adeptos como por los detractores de Sarmiento, es que él nunca logró concretar el país que soñó: ni la Argirópolis con capital en la isla de Martín García, ni esa nación de granjeros dedicados a desarrollar nuevas formas de producción que abastecieran de insumos a una industria nacional. Su modelo no era el de un país de grandes extensiones monoproductoras con poco valor agregado, sino un país con industria, con investigación y con tecnología. En consecuencia, Sarmiento diseñó y puso en funcionamiento un sistema educativo para una Argentina con un mejor destino que el que finalmente se eligió, capaz de hacer una apuesta más importante a la vida.
-¿Por qué resulta tan difícil cambiar la organización del sistema educativo?
-Una explicación, algo simplista pero digna de ser tomada en cuenta, dice que quienes se dedican a la educación son aquellos a quienes la escuela les gustó y quieren quedarse en ella y, luego, están muy poco interesados en cambiarla. Sea como fuere, hay que tomar en cuenta las enormes dimensiones de los sistemas educativos nacionales y su sindicalización. Es bastante común que los grandes sistemas complejos terminen perdiendo los objetivos originales y trabajen para quienes las manejan. Uno de los fundadores de la ciencia política, Robert Mitchels, señalaba que las compañías terminan sirviendo a sus ejecutivos, que los sindicatos lo hacen con los sindicalistas, que los parlamentos son los sindicatos de los legisladores. Cuando el sistema educativo fue planteado, el corazón del sistema era la maestra o el maestro en el aula, todo lo demás eran servicios de apoyo. Si uno lo observa hoy en día, el centro del sistema son las grandes tecnoburocracias ministeriales. Las tensiones entre estas burocracias y los docentes ocupan todo el espacio político del sistema; no hay lugar en él para los alumnos ni para sus padres.
-¿Son posibles las innovaciones en la gestión bajo el actual sistema de la educación?
-Creo en la innovación en la educación, pero dudo de las reformas generales. Las escuelas generalmente dicen que hacen lo que los gobiernos les indican; pero, en realidad, hacen lo que ven hacer a otras escuelas. Lo mismo podría decir, por ejemplo, de los hoteles, de los supermercados o de los museos, simplemente porque así funcionan las organizaciones. La gente obedece mucho menos de lo que creemos. En Argentina, los cambios importantes en el sistema educativo nunca los he visto surgir de una reforma centralizada. A lo sumo se destruyen instituciones que funcionaban.
Los cambios interesantes en educación siempre han salido de constructores de buenas escuelas a los que otros, con buen criterio, le copiaron la idea. Así ocurrió con la escuela de Concepción del Uruguay de Urquiza, la escuela Normal de Sarmiento, el Nacional de Buenos Aires de Mitre o la Universidad de Juan María Gutiérrez. Estos "proyectos" educativos no tomaron la forma de una ley general, sino que partieron de una o unas pocas instituciones que fueron modelo para las demás. En los últimos años, la Universidad de San Andrés inició en la Argentina una corriente de universidades pequeñas que aspiran a alcanzar estándares internacionales. Esa pequeña fundación hizo más por el cambio de la educación universitaria que varios cientos de metros cuadrados de leyes que nunca nadie se molestó en cumplir. Inversión
-¿Cuánto se debería invertir en educación (básica, secundaria y terciaria) en relación al PIB?
-A nivel internacional se ha estimado que es una cifra aproximada al 6% del producto. Es sintomático que la mayoría de los países de la región destinen una tasa menor a la educación. Curiosamente, para lo malo que es el sistema no está tan por debajo de ese nivel. Más importante aún que la cantidad que se invierte en educación es la calidad de esa inversión. Adhiero absolutamente a la tesis de Juan Llach de que los fondos para la educación se deben destinar a construir escuelas de lujo para los pobres, es decir establecimientos donde los ricos hubieran querido tener la oportunidad de enviar a sus hijos. De esa manera, se podría cambiar al país en dos generaciones por el nivel educativo que alcanzaría su gente.
-¿No supera a las posibilidades financieras de los países de la región una inversión de esa magnitud en la enseñanza?
-Creo que la sobreinversión en educación no existe. Si un estadista honestamente no quiere despilfarrar los fondos públicos, le diría que no se preocupe en invertirlos en educación. En caso de que considere que la educación es cara, siempre puede probar con la ignorancia. Seguramente, no va a resultar más barata. Una relación bipolar: obediencia o huelga
t -En Uruguay, desde la segunda mitad del siglo XX, hubo un enfrentamiento permanente de los sindicatos de la enseñanza con los sucesivos gobiernos, lo cual se atribuía a que los gremios dirigidos por corrientes de izquierda se oponían a las políticas de las administraciones de los partidos tradicionales. Sin embargo, esa tendencia ha vuelto a aflorar doce meses después de haber asumido un gobierno ideológicamente afín. ¿Qué opina al respecto?
-Si bien no conozco la problemática en Uruguay, tengo presente el caso de Argentina. Como jurado de un concurso sobre la creación de una escuela autónoma y participativa, observé que a muchos grupos, formados por gente capaz, con experiencia en cargos directivos y profundamente comprometida con el proyecto, les resultaba francamente difícil diferenciar una definición de gobierno de una medida administrativa. Cuando se les preguntaba, por ejemplo, frente a un problema imaginado de disciplina severo, quién decidiría algo o cómo se decidiría quién debería decidir algo, muchos no lograban articular simples reglas de juego para que diferentes actores pudieran trabajar juntos de acuerdo con sus propios objetivos sin un mando superior.
La repetida verificación de que grupos técnicamente aptos no pudieron siquiera imaginar sistemas de gobierno autónomos, me sugirió el indicio de una mutilación -producto de años de autoritarismo y sistemas centralmente dirigidos- que finalmente impide pensar mecanismos sociales para que los actores puedan hacer lo que se proponen más allá del gobierno. Por lo normal, la relación con la autoridad en el sistema educativo argentino está basada en una bipolaridad: obediencia o huelga. Hay mucho de ambas y muy poco debate. Ficha técnica
Ernesto Gore, argentino, 55 años, es Master of Science de la Universidad de Oregon (Estados Unidos) y doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Es profesor a tiempo completo de la Universidad de San Andrés en Argentina, donde dirige el Departamento Académico de Administración y el Centro de Educación Empresaria. Ha sido profesor visitante en la Graduate School of Education de Harvard University y en el ESCP EAP de París, entre otras. En el área empresarial ha actuado como consultor en más de cien empresas a nivel regional.
La escuela necesita más libertad para actuar
r -¿Cuáles deberían ser las bases para un nuevo sistema educativo?
-Diseñar un nuevo sistema educativo requiere hoy considerar la diversidad de una sociedad plural, que sea capaz de discutir sobre formas alternativas de hacer las cosas, medir sus resultados, asignar recursos racionalmente y cuyo producto sea una educación equitativa y de calidad. Para ello, es inútil discutir la cuestión educativa en términos de una sola variable. Pagarle más a los docentes, mejorar los programas de enseñanza, mejorar la gestión de las escuelas, abrir la participación de la comunidad, crear nuevos canales de educación no escolar, son todas buenas ideas que sin duda forman parte del cuadro de la educación del futuro. La aplicación aislada de cualquiera de ellas solamente serviría para perder tiempo o recursos.
-¿Dónde está el meollo de la cuestión?
-Es necesario revertir una situación donde el sistema burocrático y regulatorio ocupa los espacios vacíos hasta quitar a las escuelas toda su capacidad de respuesta. Los niveles responsables de generar políticas educativas se encuentran saturados respondiendo a problemas administrativos menores porque a las escuelas no se les ha dejado ninguna capacidad de gestión.
Las buenas escuelas no se inventan en el escritorio de una oficina central, las inventan los constructores de buenas escuelas. Hay que dejarlos trabajar a ellos. El sistema educativo necesita más libertad para actuar, más incentivos para hacerlo bien y mejores evaluaciones para saber si lo está haciendo bien o mal.
No se trata de decidir qué hay que hacer, eso deben decidirlo en cada uno de los casos los actores en sus propios ámbitos. De lo que se trata es de crear mecanismos institucionales y de financiamiento que les permitan a los actores decidir y a las buenas iniciativas contar con financiamiento. Poner en marcha un sistema educativo que no esté regulado palmo a palmo por un Estado burocrático, requiere paradójicamente un Estado más fuerte y con mayor representatividad para mediar y forzar el cumplimiento de los acuerdos en la sociedad. A su vez, entender el problema educativo requiere poner en discusión viejas ideas sobre el papel que la educación juega en la sociedad.
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